CERIÑOLA 1503
La batalla de Ceriñola en 1503 fue para el siglo XVI como Pearl Harbor en el siglo XX. Hizo que un simple arcabucero pudiera derribar a varios caballeros acorazados, revolucionó la forma de combatir. Introdujo de manera masiva la utilización de armas de fuego como el arcabuz o la espingarda. El uso de la caballería ligera en detrimento de las cargas de caballería pesada, dando mayor relevancia la infantería como fuerza principal.
Al igual que los pequeños aviones japoneses hundían aquellas moles de acero con miles de toneladas de desplazamiento, que representaban los barcos acorazados varados en la bahía de Hawái en 1941.
Con la victoria en la segunda batalla de Seminara, en la cual Fernando Andrade venció al ejército francés de D´Aubigny, daría a los hispanos la iniciativa en la Guerra de Nápoles.
Gonzalo Fernández de Córdoba, había hecho una revolución estructural del ejército y la forma de concebir la guerra moderna. Este cambio de concepción
radicaba en varios puntos.
El primero era darle el máximo protagonismo a la infantería,
en detrimento de las añejas cargas de caballería. En especial la caballería
pesada que dejaría de ser la principal fuerza de choque. Potenciaría la
caballería ligera, y adaptaría los conocimientos adquiridos de la caballería ligera árabe a la que él combatió en la reconquista de Granada. Se
utilizaría entre otras cosas, para perseguir a los ejércitos cuando se retiran del campo de batalla.
Incrementaría las armas de fuego, con el arcabuz
principalmente y las espingardas, y no utilizándolo como anteriormente, con pocos
hombres dentro de una compañía, sino usándolo de forma masiva, como una fuerza
autónoma concentrando todo su fuego sobre un objetivo. Se crearían compañías equipadas exclusivamente con armas de fuego. Ordenó su ejercito en cornelias, futuro germen de los
míticos tercios.
El ejército del duque de Nemours era superior en un
enfrentamiento en campo abierto, les superaba ligeramente en número y tenía más
caballería, en especial pesada, y les doblaba en artillería. Los hombres de armas franceses tenían una excelente reputación y eran temidos en toda Europa.
Marchó el ejército del Gran Capitán hacia la
villa de Ceriñola, intentando llegar antes que su oponente, para así poder
tomar mejor posición de combate y elegir el terreno. Para ello forzó una marcha
del mismo, haciendo que los caballeros llevasen a la infantería en sus
caballos, algo impensable en aquel tiempo. Incluso cedió su caballo a un infante
agotado para dar ejemplo.
Al llegar al que iba a ser el escenario de la batalla, Gonzalo se percató de las pequeñas lomas que dominaban los campos de Ceriñola y las ocupó rápidamente, ordenando construir una zanja con estacas y con
la tierra sobrante un talud, donde estarían apostados los tiradores españoles.
Esta defensa resultaría decisiva en el transcurso de la batalla.
Más tarde llegarían los franceses. Era por la tarde y
todo hacia presagiar que la batalla se plantearía al día siguiente, como lo
propuso el Duque galo, pero fue tachado como un acto de cobardía por el jefe de los
piqueros suizos Chadieu, y por Ivo D´Allegre, capitán de la caballería ligera,
con lo cual el joven duque Nemours ordenó atacar esa misma tarde. Como ejemplo de su
convicción de la victoria, dijo a sus criados que le preparasen la cena para
después de acabar con los españoles.
En la formación que puso en el campo de batalla de Luis D´Armagnac, duque de Nemours, virrey de Nápoles, iba en vanguardia y por el flanco derecho la caballería pesada al mando de Luis D´Arc y el propio Nemours con unos 1.200 caballeros. Tras ellos los piqueros suizos e infantería gascona, formada por 70 filas de 100 hombres, comandadas por el temido Chadieu. Y por el ala izquierda la caballería de Ivo D´Allegre. Y en última instancia, sus potentes 26 piezas artilleras. Un ejército de unos 10.000 hombres. Su táctica de ataque era la clásica, basada en la carga de la caballería pesada seguida de la infantería.
Por la parte española la formación era muy distinta. Había
apostados 500 tiradores bien asentados tras el talud de tierra y precedido de
la defensa que propiciaba el foso y las estacas, para el presumible ataque de la
caballería. Tras ellos estaban los 2.000 lansquenetes alemanes de Hans Von
Ravennstein, enemigos tradicionales de los piqueros suizos. Seguidamente la
infantería española dividida en dos grupos de 1.500 rodeleros con unos 250
arcabuceros cada uno, comandados por Gonzalo Pizarro y el temible García Paredes. A la
derecha se encontraba el propio Fernández de Córdoba con la caballería pesada,
unos 1.200 caballeros, comandada por Diego Mendoza y Prospero Colonna. A la
izquierda, la caballería ligera de Fabricio Colonna y Pedro de Paz con 800
jinetes. Detrás de todos ellos las 13 piezas de artillería dirigidas por Pedro
Navarro. En total unos 8.000 hombres.
LOS ARCABUCEROS ACABAN CON LA CABALLERÍA FRANCESA
Los españoles, conocedores de las tácticas empleadas por los
franceses, lanzaron su caballería ligera contra el enemigo propiciando una escaramuza para forzar a que saliese la caballería pesada francesa y atraerla hacia las defensas españolas, donde estarían esperándoles los arcabuceros. Así fue, los franceses volverían a picar el anzuelo, salieron en busca de los españoles y se adentraron en terrenos que no habían sido explorados y recibirían por ello un duro castigo de las armas de
fuego parapetadas tras el talud y la artillería. La artillería hispana, debido a un accidente protagonizó una tremenda
explosión de toda la pólvora, dejándola fuera de combate. Para que no
afectase a la moral del ejercito, el Gran Capitán exclamó “¡ánimo!, ¡estas son las
luminarias de la victoria!, ¡en campo fortificado no necesitamos artillería!”.
Mientras, la caballería al llegar a la altura de los arcabuceros se encontró con el foso. En ese momento giraron para buscar un paso hacia el ejército español
yendo en paralelo frente a los tiradores que destrozaron literalmente la
caballería. La cual al encontrarse tan cerca de las armas de fuego españolas propició que los disparos fuesen certeros, siendo alcanzado el duque de Nemours. Recibió 3 disparos que le produjeron la muerte en el acto, pasando Ivo D´Allegre a encabezar la carga de caballería. Viendo la situación Chadieu mandó su infantería contra los arcabuceros, que también dieron buena cuenta de
ellos (como ocurriría 20 años después en la batalla de Bicoca), y cuando estaban cerca de estos, Fernández de Córdoba mandó a los lansquenetes alemanes avanzar para proteger a los arcabuceros que se retiraron para evitar bajas. Estos retuvieron a la infantería
francesa, que era el único cuerpo que mantenía en pie al ejército francés. El
enfrentamiento entre estas dos facciones mercenarias fue duro y aguerrido.
En ese momento Fernández de Córdoba ordenó el ataque a la infantería española a
cargo de Pizarro y García Paredes por los flancos de los piqueros suizos y
gascones, y con la ayuda de la caballería ligera cercaron y aniquilaron a las
tropas francesas.
El Gran Capitán frente al cadáver del duque de Nemours |
Fue menos de una hora de combate, en la cual yacían muertos 4.000 franceses, que ordenó contar Fernández de Córdoba, por menos de
100 españoles, más las muertes de Chadieu, y del duque Nemours. A este último se le
guardaron los honores por el valor que mostró en el campo de batalla. La huida de los franceses dejando la artillería y demás suministros constituyó un fabuloso botín de guerra.
La victoria fue total, quedando eliminado el ejercito francés que ocupaba Nápoles, y de esta manera todo el sur de Italia pasaba a manos de los españoles. Pero el rey de Francia, Luis XII, no daría por perdida la guerra y mandaría un nuevo ejército para enfrentarse al Gran Capitán, esta vez la contienda sería en el río Garellano.
Con esta batalla y la de Garellano, hubo un antes y un después en la historia española. España se había unificado en la figura de los Reyes Católicos con la unión de los reinos de Castilla y Aragón, que pasaron a tener una misma política y hacienda. Se pasó de terminar la reconquista a formar un imperio transoceánico, y España comenzaba a mirar a Europa, enfrentándose a su principal potencia, Francia.