GARELLANO 1503
La batalla de Garellano en diciembre de 1503 marcó un punto de inflexión en la historia de España. Castilla y Aragón habían unido sus reinos, y en 1492 terminaba la reconquista con la toma del Reino de Granada. España era un joven país que miraba a Europa y chocó de pleno con los intereses del potente Reino de Francia, el cual desde el final de la guerra de los cien años en 1453 que lo enfrentó a Inglaterra, había prosperado y quería expandirse por la rica y desunida península itálica.
El Gran Capitán, habiendo logrado la decisiva victoria en los campos de Ceriñola, hace su entrada triunfal en Nápoles el 16 de mayo de 1503. Con esta victoria todo el reino está en sus manos, salvo la ciudad de Gaeta donde se ha refugiado el derrotado ejército francés comandado ahora por Ivo Alegre. Tras infructuosos intentos de tomar la ciudad, se abandona su asalto por lo bien fortificada que se encuentra, y especialmente debido a las nuevas tropas de refresco que llegaban a través de su puerto y las que viene por tierra desde el norte.
Luis XII encolerizado por el descalabro en la batalla de Ceriñola decide concebir un ambicioso y costoso plan para frenar el empuje hispano. Este plan estaba basado en un triple ataque sobre diversos territorios de la corona española.
- En primer lugar, se haría una incursión a cargo de Jean de Rieux sobre el Rosellón que estaba en manos de los Aragoneses, para que de esta manera se abriese un nuevo campo de batalla en territorio nacional y se abandonara al ejército que ocupaba Nápoles.
- En segundo lugar, intentaría pactar con Navarra para abrir un segundo foco en la frontera, pero la amistad del rey de Navarra con los Reyes Católicos lo impidió.
- En último lugar, mandaría un nuevo ejército de 30.000 hombres y 36 piezas de artillería bajo el mando del marqués de Tremouille, al escenario napolitano para expulsar a los españoles.
El marqués de Tremouille murió y fue sucedido por el italiano marqués de Matua. Este no era querido por la tropa debido a su nacionalidad extranjera y severidad.
Fernández de Córdoba tenía sitiada Gaeta, donde como sabemos están los restos del ejército francés.
A la muerte del papa Alejandro VI, le sucedió Pio III, entre presiones de los Borgia y del ejército español que estaba acampado en Roma. Este proclamó a Frenando el Católico como rey de Nápoles.
La ciudad de Gaeta recibía constantemente refuerzos militares y víveres a través de su puerto, esto unido a la llegada del nuevo ejército desde Milán comandado por el marqués de Matua, hizo que el Gran Capitán, conocedor de su inferioridad numérica, decidiera retirar el sitio de Gaeta. Primero se retiró a Castiglione y posteriormente a San Germano, donde estableció su cuartel general. Se pasó a la otra orilla del río Garellano para de esta manera aprovecharlo como defensa ante el ejército francés que lo triplicaba. Tomó las fortificaciones de Rocaseca y Montecasino.
En esta última se encontraba Pedro Borgia defendiéndola. Fernández de Córdoba mandó a Pedro Navarro para que lo tomase. Este abrió un agujero en sus muros con la artillería por el cual pasaron los soldados que tomaron la importante posición.
Con la toma de estas posiciones, se creó un cinturón defensivo en torno al río Garellano, y desde el campamento del Gran Capitán hasta la desembocadura del río solo había dos pasos, Pontecorvo y Sessa.
INTENTOS DE CRUZAR EL RÍO POR LOS FRANCESES
El 13 de octubre los franceses al mando del marques de Matua se lanzaban a la ofensiva contra los españoles. Cruzaron el río por el vado de Ceprano más allá de las defensas españolas y atacaron la posición defensiva situada en el flanco derecho, Rocaseca. Era presumible que esta posición fuera atacada por el enemigo al estar al extremo del flanco. Por ello cuando Fernández de Córdoba mandó defenderla por unos 1.000 hombres, pensó en los bravos y veteranos capitanes como Gonzalo Pizarro, Zamuldio, Arteaga, Troilo Despés y Villalva, a los que dijo “os he elegido para vuestra victoria o vuestra sepultura”, y no se equivocaría.
Llegando los franceses a la altura de Rocaseca, mandaron emisarios para que rindieran la plaza. Al no rendirse Matua abrió fuego con su poderosa artillería, logrando abrir brecha en la muralla, por la que 3.000 franceses intentaron penetrar. Se encontraron frente a una tropa española bien aguerrida al terreno, dispuesta a pelear hasta el final. La formación de piqueros junto al fuego mortal de los arcabuceros lograron detenerlos y destrozar su vanguardia, persiguiéndolos en la retirada. Por otras dos veces el marqués de Matua intentaría tomar Rocaseca, sin conseguirlo.
Fueron a reforzar dicha posición la infantería de Pedro Navarro y García Paredes (el Sansón extremeño), por caminos de montaña y la caballería pesada de Próspero Colonna por el llano, mientras las defensas de Rocaseca se defendían como gato panza arriba. Al ver llegar a la infantería, el marqués de Matua se retiró. Pedro de Paz quemó el puente de Sessa para evitar que los franceses lo utilizasen en su retirada. El Gran Capitán mientras iba hacia el paso de Pontecorbo para evitar que se le escapase el enemigo y acorralarlo entre su ejército, el río y las plazas fuertes de Rocaseca, Montecasino y San Germano. El marqués de Matua al ver las intenciones de los españoles huyó por Pontecorbo, aunque la vanguardia española llegó a enfrentarse con la retaguardia francesa, causándole bajas.
De nuevo intentan los franceses cruzar el río. En esta ocasión intentan lanzar un puente sobre Roca Andrina en la orilla izquierda (lado español), pero García Paredes tomó la posición impidiendo que el puente estuviera listo.
El tercer intento de cruzar el río fue construyendo un puente de barcas. Aprovechando que la orilla derecha del Garellano tenía más altura, apostó allí su artillería el marqués de Matua, mientras río abajo construía un puente de barcas cerca del puente de Sessa destruido recientemente por los españoles. Tras cruzar este puente quería subir por la orilla izquierda hasta llegar al campamento español. Apoyados por la artillería y cogiendo por sorpresa a los soldados que custodiaban esa orilla del río. Lograron cruzar y entablar combate cerrado con las tropas de Pedro de Paz, protegidos por la fuerza de sus cañones. Los españoles de la posición resistieron hasta la llegada de Pedro Navarro y posteriormente del Gran Capitán. El combate fue duro, cuerpo a cuerpo, lo que impidió ahora a los franceses usar la artillería. Los galos cedieron en su empuje y se vieron obligados a retroceder y volver por el puente de barcas hacia la otra orilla. Tuvieron muchas bajas, y más al cruzar el río, ya que al caer al agua los caballeros con el peso de sus armaduras se hundían irremediablemente hacia el fondo del mismo.
Con esta nueva derrota del marqués de Matua acumuló más descrédito aun ante sus soldados, no quedándole otra opción que ceder el mando, aduciendo fiebres que le impedían seguir al frente del derrotado ejercito francés y abandonar a una tropa que no lo quería desde el primer momento. Su sucesor fue el también italiano marqués de Saluzzo.
El invierno era duro, arreciaba el frío y la lluvia, y en el río Garellano no dejaba de subir de nivel, mientras las trincheras y campamentos de ambos bandos eran lodazales. Faltaban alimentos y pagas, en especial en el bando español, ya que los franceses se podían abastecer de mejor manera por el mar y su puerto de Gaeta. Otro factor de estos días fue la presencia continuada del Gran Capitán en el frente español, sin los lujos que podía esperarse de una persona con su cargo. Sus homólogos franceses no estaban en tiendas de campaña improvisadas, ellos hacían vida en las ciudades próximas con todo lujo y
comodidades. Los días 25 y 26 se pactó una tregua por ser navidad.
FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA PASA A LA OFENSIVA
Tras la alianza española con la poderosa familia italiana Orsini, esta contribuyó con más de 3.000 hombres comandados por Bartolomé Alviano. Este refuerzo fue fundamental para que Fernández de Córdoba pensase en iniciar una ofensiva. Su plan era construir un puente unos kilómetros arriba del puente de las barcas, para cruzarlo con el grueso de su ejército y atacar el campamento francés. Luego intentar cruzar también por el puente de las barcas, con el resto del ejército y hacer el típico movimiento en pinza sobre los franceses.
Mandó construir el puente a Pedro Navarro. Este realizó un puente de pontones, para ensamblarlo sobre el río, a más de 10 km de distancia en el castillo de Mondragone para no levantar sospechas y aprovechar el factor sorpresa. Mientras Fernández de Córdoba realizaba movimientos para hacer pensar a los franceses que levantaba el campamento dadas las circunstancias meteorológicas que había y a su inferioridad numérica, pero lo que realmente estaba haciendo era preparar su ofensiva.
El puente se montó en la noche del 27 al 28 de diciembre frente a Suio, en el flanco izquierdo francés, y con las primeras luces del día se iniciaba la ofensiva. Las fuerzas españolas se dividirían en dos grupos:
El primero cruzaría el río Garellano por el puente de pontones. En la vanguardia iría Alviano con la caballería ligera, unos 3.000 jinetes. Seguidamente la infantería de Pedro Navarro, con García Paredes, Pizarro, Zamudio y Villalba con 3.500 rodeleros y arcabuceros. La caballería de Prospero Colonna con más de 200 jinetes. Y por último el Gran Capitán con su guardia y 2.000 lansquenetes alemanes.
El segundo grupo al mando de Andrade y Mendoza estaría frente al puente de barcas para no levantar sospechas del enemigo e intentar cruzarlo si resultaba efectivo el ataque español.
El primer puesto encontrado por la caballería de Alviano fue el de Suio, totalmente sorprendidos, algunos borrachos de la noche anterior, no pudieron hacer nada ante el ataque español que los arrolló. Después seguiría la misma suerte Castelforte, y Vallefredda en el extremo izquierdo del flanco que estaba defendido por Ivo Alegre, uno de los supervivientes de Ceriñola. Una vez consolidadas las posiciones cruzó el río el grueso del ejército al mando del Gran Capitán. Durante todo el día se consolidaron las posiciones.
Enterado el marqués de Saluzzo sabedor del avance español por la llegada de algún superviviente de Suio, dispuso retirarse hasta Gaeta, intentando que fuera de manera ordenada. Quiso hacer una línea de defensa en la localidad de Trejetto, pero el avance de Alviano se lo impidió, era rápido y aplastante. En las tropas francesas cundía el desorden y comenzó la huida en desbandada río abajo. La caballería hispana los iba cazando uno a uno. Saluzzo intentó embarcar todas sus piezas de artillería y llevarlas hasta la desembocadura del río, pero las corrientes hicieron que se hundiesen algunas de las barcas que los transportaban, y las demás cayeron en manos hispanas. También quiso hundir el puente que un mes antes había mandado construir para atacar a los españoles, y evitar ser atacados por dos flancos, pero le resultó imposible y Andrade logró controlarlo y cruzar con su ejército.
Ocurrido esto no tenía ya ninguna opción Saluzzo más que la retirada, abandonando incluso todo el material restante. Cuando los españoles llegaron al real francés lo encontraron vacío, ya que Saluzzo había ordenado su abandono. Entonces Fernández de Córdoba mandó a Prospero Colonna en vanguardia perseguir a los franceses, y a Alviano hacia el norte para cercarlos por el flanco izquierdo francés.
En las inmediaciones de Mola el camino se hacía estrecho y con las lluvias y la crecida de los ríos era muy peligroso. Saluzzo intentó crear una línea defensiva con la caballería que le quedaba, lanzando una carga con sus hombres de armas. Tuvo un papel destacado Pierre du Terrail, señor de Bayard, que arremetió contra la vanguardia española liderada por la caballería pesada de Colonna, a la cual hizo retroceder hasta que tropezó con la infantería que venía por detrás del Gran Capitán, que tuvo que reorganizar toda su línea, y con arengas consiguió cerrar la formación de los lansquenetes alemanes que repelieron la nueva carga francesa. Con la llegada de Andrade ya no cabía más resistencia por el lado francés. Al tener constancia de todo ello Saluzzo, y conociendo que Alviano lo intentaba rodear, ordena una retirada general hacia Gaeta para no quedar totalmente acorralados. En la persecución fueron muertos o hechos prisioneros muchos soldados franceses.
De nuevo estaba Fernández de Córdoba frente a las murallas de Gaeta. Además de esta ciudad los franceses seguían manteniendo la torre de Garellano, en la desembocadura del río. La derrota francesa había sido total, con un ejército que duplicaba al español, muriendo más de 4.000 hombres y otros tantos prisioneros o desaparecidos, frente a las 900 bajas del bando español.
Esta batalla, que fue la última de Gonzalo Fernández de Córdoba, fue sin lugar a dudas la mejor planteada y la que mas reputación le daría, dejándolo como uno de los estrategas militares más brillantes de la historia. Sus movimientos para envolver al enemigo teniendo inferioridad numérica son estudiados en las academias militares.
CAPITULACIÓN DE GAETA 1504
El día 1 de enero de 1504 el marqués ofreció su capitulación, frente a la sorpresa del Gran Capitán, el cual la aceptó.
Ciudad de Gaeta. |
Dejó marchar a los soldados encerrados en Gaeta y a los prisioneros, sin pedir ningún rescate. Tanto por mar como por tierra salieron todos del reino de Nápoles, aunque no acabarían ahí sus penurias. Los que embarcaron, fueron víctimas de la malaria, muriendo muchos de ellos, entre los cuales se encontraba el propio marqués de Saluzzo. De los que se fueron por tierra, sufrieron el acoso de la población napolitana en venganza por todos los saqueos a los que se habían visto sometidos, matando o hiriendo a muchos de ellos al surcar sus caminos, pasando frío y hambre para salir de aquellas tierras tan inhóspitas para ellos. Se estima que llegó menos de un tercio del ejército a la ciudad de Roma. Una autentica debacle.
Con la toma de Gaeta, sólo quedarían algunas plazas ocupadas por los franceses en Italia que irían cayendo o rindiéndose sabedores de la derrota infligida en Garellano. Nuevamente el Gran Capitán hacía su entrada triunfal en la ciudad de Nápoles que se rendía a sus pies, donde sería posteriormente nombrado virrey de Nápoles.
Con esta inapelable victoria sobre las tropas francesas, se firmó el Tratado de Lyon, por el cual se puso fin a la segunda guerra de Nápoles. Luis XII derrotado, cedía a la corona de Aragón el control del sur de Italia.