Pages

Batalla de Pavía 1525, la descabalgadura de la nobleza francesa

PAVÍA 1525

    Con el ascenso de Carlos a la corona del Imperio, en la que había pugnado con Fráncico I, se abre un tiempo de guerra entre ambas monarquías, los Habsburgo y los Valois. Francia se ve totalmente rodeada, al norte Flandes, al este el Sacro Imperio, al sur Italia, bajo la influencia hispánica en ese momento, y tras los pirineos Castilla y Aragón.

Después de la batalla de Sesia, y la huida de Lombardia de franceses y suizos, Fernando de Avalos y Carlos de Borbón hacen una incursión en la Provenza sitiando Marsella. No consiguen tomarla y emprenden la retirada. En octubre de 1524 Francisco I cruza con un poderoso ejército de 40.000 hombres los Alpes en dirección al Milanesado. Las tropas de Borbón y Avalos en retirada de tierras francesas se unen a las de Carlos de Lannoy. No estando repuestos los imperiales de su andanza por la Provenza, deciden no hacer frente al poderoso ejército francés que viene. Así que los imperiales con unos escasos 16.000 hombres se ven obligados a retirarse de Milán y refugiarse en la ciudad de Lodi. Ante esta situación Lannoy decide ir a Alemania a pedir refuerzos a Fernando el hermano de Carlos. Tal contingente será fundamental para el desarrollo de la campaña.

Antonio de Leyva
En Pavía queda otro contingente capitaneado por el navarro Antonio de Leyva, un veterano de las campañas del Gran Capitán en Granada e Italia. Contaba con 2.000 arcabuceros españoles y 5.000 lansquenetes alemanes.

Francisco no encuentra oposición en Milán y entra victorioso. Coloca en el gobierno de la ciudad a Louis II de la Trémoille. Y parte para Pavía sitiándola, con un ejército de más de 30.000 hombres, incluyendo 6.000 caballeros, siendo 1.200 de ellos hombres de armas.
En diciembre Hugo de Moncada llega cerca de Genova  con su ejército. Los franceses en mayor número al mando de Antonio de Saluzzo, Marqués de Saluzzo salen al encuentro. Saluzzo podía abastecerse por mar desde la llegada de la poderosa flota de Andrea Doria partidario de la corona francesa. Hugo de Moncada es derrotado y se rinde.

Con estas noticias, Francisco llega a un pacto secreto con el papa Clemente VII. Éste no apoyaría a Carlos a cambio de la ayuda francesa, en forma de soldados, para conquistar Nápoles.

Esto lleva al monarca francés a cometer un enorme error, que ha sido frecuente en las derrotas militares de todos los tiempos. Divide su ejército.
El primero iría a tomar Nápoles al mando de John Stewart, Duque de Albany y el propio Francisco quedaría en el cerco de Pavía.

Carlos de Lannoy, virrey de Nápoles sale al encuentro del ejercito de Stewart, pero es castigado por las Bandas Negras de Giovanni Médici partidarios de Francia debido al pacto alcanzado por éste con el Papa, obligando a Lannoy volver a Lodi.

En enero llega Jorge Frundsberg con 12.000 lansquenetes provenientes de Alemania y Austria. Con ellos Pescara y Lannoy ven incrementado su cuerpo de ejército. Por iniciativa de Pescara, parten para Milán pensando que de esa manera se quitara presión sobre Pavía. Pescara toma San Angelo que era el nexo de unión entre Milán y Pavía. Viendo que el asedio continua, los imperiales se dirigen a Pavía.

Entretanto en Pavia se nota el asedio, hay falta de víveres y los soldados no reciben su paga. Primero se les paga con la plata de las iglesias y posteriormente hipotecando su fortuna los altos mandos. A tenor de esta situación los 2.000 arcabuceros españoles deciden no cobrar y seguir defendiendo la ciudad, dando ejemplo a los 5.000 alemanes que conformaban el resto de la guarnición.
El veterano e incansable Leyva se encontraba tan enfermo que a veces desde una cama era desplazado a las murallas de la ciudad para poder ver el campo de batalla. Ordenó encamisadas para hostigar a las fuerzas que los tenían sitiados. En una de estas Medici es herido y se retira del escenario de guerra.
Los franceses comienzan el ataque a la ciudad utilizando su poderosa artillería, 53 cañones, y desaguando el río Ticinio. Consiguen  abrir brecha en las murallas, intentando asaltar la ciudad, pero no pueden entrar debido a la férrea defensa que hacen los arcabuceros y lansquenetes sobre los intentos franceses de tomar la ciudad.
Debido al mal tiempo la pólvora se humedece y junto con la escasez de esta, da una tregua a los sitiados. Francisco decide esperar sabedor de las penurias de los ocupantes, pensando que el hambre le abrirá las puertas de Pavía.

El ejército imperial llega a Pavía comandado por Pescara, Lannoy, Borbón y Frundsberg. Estaba formado por una infantería de 12.000 lansquenetes, 5.000 españoles y 3.000 italianos, junto con 2.000 hombres a caballo, unos 22.000 soldados en total. Y de pronto los sitiadores se convierten en sitiados.
Los franceses estaban formados por unos 23.000 infantes, 6.000 franceses, 4.000 italianos, 5.000 lansquenetes y 8.000 piqueros suizos, más las bandas negras de Medici. Un ejército similar al español, solo superior en artillería, 53 piezas, frente a las 17 de los españoles, lo cual se notaria en la contienda. 

Francisco se había atrincherado fuera de la ciudad, montando un campamento en torno al parque amurallado de Mirabello, antaño parque de caza de de los duques de Milán. Sabedor de lo escaso de vituallas de los amurallados, supuso que Pescara le atacaría, por ese motivo decidió permanecer a la defensiva en su campamento. Algunos mandos de su ejército le incitaron a abandonar Pavía por verse entre dos fuegos, algo que declino Francisco. En vista de la batalla que se avecinaba, manda que todas las tropas de Milán regresen a Pavía.
El 3 de febrero Pescara comenzó a atacar por las noches el campamento francés, causándole bajas y haciendo cundir el pánico con algunas de sus famosas encamisadas. Estas guerrillas tan continuas hacen mella en ambos bandos. La encamisada del 22 de febrero es comandada por el propio Pescara con 2.000 españoles, llegando a matar 500 franceses y tomando gran numero de prisionero y piezas de artillería.
Pescara sabedor de la falta de material de guerra, pólvora y dinero en especial en Pavía, hace una expedición y consiguen abastecer a Leyva de pólvora. Con este abastecimiento de las tropas españolas de Pavía pueden seguir acosándoles en encamisadas por las noches para hostigar también al campamento francés.

FERNANDO DE ÁVALOS ATACA EL CAMPAMENTO FRANCÉS 

Ávalos manda a uno de sus capitanes para que haciéndose pasar por soldado francés consiga llegar hasta la ciudad sitiada y entregue a Leyva una carta en la que le informa del inminente ataque al campamento francés. Que será cuando escuche las salvas de sus cañones de grueso calibre, y que en ese momento salga de Pavía para abrir otro frente al ejército francés.
La madrugada del 24 de febrero se empieza a escribir una de las páginas más gloriosa en la laureada historia del ejército hispano, posteriormente los afamados tercios. Comienza la batalla de Pavía.

Antes de la batalla Pescara arengaría a los suyos con las siguientes  palabras “Hijos míos, todo el poder del emperador no os puede facilitar en el día de hoy pan para llevaros a vuestro estómago, nadie puede traeros ese necesario pan. Pero hoy, precisamente hoy os puedo decir que si queréis comer, el alimento se encuentra en el campo francés”

El cuartel donde se disponía el contingente francés está rodeado de una muralla que lo protege. Y dentro del recinto en el Castillo de Mirabello donde creían que se  encontraría el Rey francés. Éste abandonó unos días antes Mirabello y se había instalando más al oeste del parque.
En silencio se acercan en encamisada al campamento francés. Los primeros soldados tienen la misión de abrir paso a través de las murallas del recinto de amurallado.

A las 10 de la noche comienza la salida de tropas del campamento español. Los primeros movimientos de los gastadores imperiales son descubiertos por la guardia francesa, siendo informado Tiercelin que no le da mucha importancia, ya que pensaba que serian los españoles abandonaban su campamento.

Arcabucero español,
 determinante en las guerras italianas
Mientras, se abre una entrada en los muros de Mirabello y las tropas españolas comienzan a penetrar. Los primeros en entrar son los 3.000 arcabuceros del  II Marqués de Vasto, Alfonso de Avalos, con la misión de capturar al rey francés. Detrás de ellos la caballería y la artillería de apoyo con 2.000 italianos. Los hombres de Tiercelin, 3.000 piqueros y su caballería, puestos sobre aviso de la entrada de imperiales en el campamento, salen a su encuentro, pasando muy cerca de los arcabuceros sin llegar a verlos. Pero si verían a los artilleros junto con su escolta que eran la cola de la fuerza invasora. Les atacan capturando todos los cañones. Llega Bonnivet que cree que el intento de asalto al campamento ha fracasado.

En ese momento suenan las tres señales de la artillería para que Leyva salga de Pavía y se una a la batalla. Seguidamente entran en el recinto amurallado Carlos de Borbón con la infantería española, junto a los 8.000 lansquenetes comandados por  Von Frundsbert y Sittich. Estos son encontrados por los piqueros suizos. Se entabla un terrible enfrentamiento entre estos dos cuerpos, enemigos en tantos campos de batalla europeos, y los lansquenetes les vencen. Se hace notar la falta de los esguízaros más veteranos y de sus mejores capitanes. Muchos de ellos muertos en Bicoca, tres años antes.
Pescara entra con el resto de españoles y 4.000 alemanes más. Lannoy le sigue con los caballeros.

Los arcabuceros del marqués del Vasto llegan a Mirabello y lo toman, matando a sus ocupantes, pero allí no se encontraba el Rey francés como esperaban. El grueso del ejército francés se encuentra con su Rey al oeste del parque. Descubiertos los españoles desde esa posición, la potente artillería francesa abre fuego causándoles gran daño. Estos tienen que defenderse como pueden, evitar ese fuego atronador, están cayendo muchos muertos en el campo de Mirabello. Encuentra refugio en un pequeño caserío que hay en las cercanías. En ese momento - tan crucial en la batalla - Francisco se impaciente y torpemente manda una carga de caballería contra los enemigos, con él y los nobles más representativos de Francia en cabeza. Debido a ello la artillería que tanto daño estaba haciendo a los imperiales cesa de disparar, para evitar derribar a los caballeros franceses. En un primer envite enfrenta sus más de 3.000 jinetes entre pesados y ligeros contra la caballería ligera de Lannoy, que la desbarata en cuestión de minutos. Hugo Cardona cae, al igual que el jefe de la caballería ligera el Marqués de Civita, Sant Angelo, este último parece que es abatido por el propio Francisco. Esté exultante piensa que la batalla está ganada, pero nada más lejos de la realidad. Debido a la carga de la caballería, la artillería francesa ha tenido que dejar de abrir fuego, y con la galopada se han quedado aislados y cansados, tanto los caballos como los caballeros.

Pescara ordena en ese momento a los arcabuceros que apunten contra los hombres de armas y a del Vasto que torne sus arcabuceros desde Mirabello y venga contra los caballeros. Estos están indefensos contra las armas de fuego como ocurriese en Ceriñola o Bicoca años atrás. Los arcabuceros apuntaban a los caballos y estos al caer dejaban indefenso a sus jinetes que con la pesada armadura no podía moverse y eran presa fácil de la infantería.

CAPTURA DE FRANCISCO I

Uno de los disparos descabalga al propio Francisco I, que cae al suelo y es apresado por el vasco Juan de Urbieta y sus compañeros Diego Dávila y Alonso Pita. No pensaban que era el Rey de Francia, creían que era un noble por la brillante armadura que portaba. Un rosario de nobles franceses encontrarían la muerte como Jacques de la Palice, Richard de la Pole, Bussy d´Amboise, Galeazzo Sanverino…, y otros muchos fueron hechos prisioneros como Anne de Montmorency o Robert de la Marck. Los máximos exponentes de la nobleza estaban literalmente esparcidos sobre el suelo del campo de Mirabello. También caería prisionero Enrique II de Navarra, aunque este lograría escapar en 1527 de su cautiverio.  Bonnivet al ver lo ocurrido y sintiéndose culpable sale al campo de batalla a encontrar la muerte.
Ya prisionero Francisco parece ser que se le acercó un soldado español y le vino a decir algo así como “Señor, anoche, preparando la batalla, fundí para mi arcabuz diez balas de plata y una de oro. Las primeras las empleé bien contra caballeros de VM. que no volverán a levantarse. Tenía reservada la de oro para Vos y, de haberos visto en la batalla, os habría acertado. Aquí os la obsequio ahora; os servirá para pagar vuestro rescate, pues pesa una onza y vale ocho ducados”.

Con esta matanza, solo quedaba la infantería francesa en el escenario de guerra al mando de Francisco de Lorena y del duque de Suffolk. Estos se enfrentaran a los lansquenetes de Frundsberg, que apoyados por la arcabucería los derrotan, dando la victoria total a los ejércitos imperiales. 
Comienza así la huida a las 8 de la mañana del resto del ejercito sitiador francés. Muchos son matados por la caballería ligera o ahogados en el río Ticinio al intentar cruzarlo.

El ejército real francés ha sufrido una terrible derrota, han muerto más de 10.000 soldados, su Rey está prisionero de los imperiales, y la mayoría de sus nobles muertos o prisioneros. Por parte imperial unas 1.500 bajas.


Representación de la batalla de Pavía en la fachada del Palacio de Carlos V en Granada.

Tras esta apabullante victoria estratégica, Carlos de Borbón recomienda al Emperador que invada Francia que ha quedado descabezada con la derrota sufrida. Carlos es reticente, ya que en sus propias palabras no quería arrebatar territorios que no le correspondiesen.

Con esta decisiva batalla acabara esta primera guerra de Carlos contra Francisco. El Rey prisionero será trasladado a España y quedara preso hasta la firma del Tratado de Paz de Madrid casi un año después.

El ejército destinado a Nápoles de Stewart, duque de Albany, no correría mejor fortuna. Debido a las deserciones y demás avatares de la marcha, no llegaría nunca a Nápoles a enfrentarse con los imperiales. Se retirarían junto a la guarnición que quedaba en la ciudad de Milán, volviendo a Francia atravesando los Alpes en dirección a Lyon.