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San Quintín, Paris a los pies de Felipe II

 SAN QUINTÍN 1557

    La guerra con Francia que heredó Felipe II llegaría a su momento más álgido en agosto de 1557 cuando Filberto de Saboya avanzó sobre terreno francés para apoderarse de alguna plaza fuerte entre Flandes y Paris.

Felipe II no había participado en ninguna guerra en sus 30 años de edad, algo que ponía en tela de juicio sus dotes de mando y decisión. Felipe quería pasar a la ofensiva, y junto con sus generales decidieron que podrían dar un golpe de efecto rápido si atacaban alguna de las ciudades fronterizas con Flandes. Para ello el elegido sería el duque de Saboya, sobrino de Carlos V. Se puso al mando de la vanguardia del ejército español para infligir el máximo daño a los franceses. Para ello contaba con cerca de 30.000 soldados de infantería y 12.000 jinetes flamencos al mando del conde de Egmont, más 80 piezas de artillería. A tres días de distancia, en retaguardia, le seguía el propio Felipe II con otros 18.000 soldados. En total cerca de 60.000 hombres de armas, algo pocas veces visto hasta la fecha. Era un ejército internacional formado principalmente por alemanes, españoles de los tercios de Cáceres y Navarrete, saboyanos, flamencos, italianos, húngaros e ingleses al mando de Pembroke. Estos últimos iban con Felipe II, cedidos por su esposa María Tudor que entró en la guerra en ayuda de su esposo con dinero y soldados. El ejército de Felipe II iba dirigido por Guillermo de Orange-Nassau.

Saboya quiso hacer creer a los franceses que invadiría la región de Chanpaña para luego girar en dirección a la Picardia. Se pensó en invadir Rocroi pero su buena defensa hizo descartar esta operación Los españoles se dirigieron a Guisa. Esta plaza no era más que un señuelo en el que picaron los franceses mandando tropas para defenderla, mientras Saboya se dirigió a San Quintín a la orilla de río Somme, que era su objetivo. Una ciudad que estaba en el camino a Paris. Comenzaron por tomar todos los alrededores de la ciudad cercándola y plantando la artillería para bombardear sus muros y comenzar el asalto.

Rendición de Montmorency, por Augusto Ferrer-Dalmau

MONTMORENCY ATACA A SABOYA

Los franceses al mando del condestable Anne de Montmorency habían montado un ejército de 22.000 soldados de infantería, más 8.000 jinetes y 18 cañones. Montmorency sabedor de las pocas fuerzas con las que contaba San Quintín mando a Gaspar de Coligny, su sobrino, con 500 hombres que lograron entrar en la ciudad el 2 de agosto, antes de que estuviese el cerco de la ciudad completado. El grueso del ejército francés yendo a marchas forzadas llegó a la otra orilla del río el 9 de agosto. El plan del condestable consistía en cruzar el rio Somme y atacar a Saboya, al que despreciaba, y cogerlo entre dos fuegos. El suyo más el de los defensores de San Quintín., con lo cual los españoles tendrían que enfrentarse en desventaja o levantar el asedio. Para ello los franceses debían cruzar el río sin ser advertidos, esta maniobra a lo largo de la historia ha mostrado ser muy delicada y peligrosa. Sabedor Montmorency de que debía de proteger su retaguardia no dio la suficiente importancia a puente de Rouvroy que había al sur. Pensaba que era muy estrecho como para que pudiese pasar el ejército enemigo. Además creía erróneamente que la caballería de Egmot había salido para recoger a Felipe II que iba en retaguardia.

Por su parte Filberto había descubierto al ejército francés y se imaginó cuáles eran sus intenciones. Mandó al conde de Egmot para que pasase por dicho puente sigilosamente con su caballería en la noche del 9 al 10 de agosto, y siguiese los pasos del enemigo en su orilla del río, mientras él le seguía con la infantería.

Comenzó la vanguardia francesa al mando de Andelot, hermano de Coligny, a cruzar el Somme mediante un puente de barcas pensando que sorprenderían a los sitiadores, cuando se encontraron con los arcabuceros españoles que los retuvieron con sus armas de fuego, causando numerosas bajas. Solo 200 franceses lograron cruzar el río y llegar a San Quintín con el propio Andelot herido. Mientras la caballería de Egmont se abalanzó sobre el grueso del ejército de Montmorency que lo pillo por sorpresa. La caballería francesa de al mando de Gonzaga-Nevers no podía contener a la flamenca de Egmont.

Mientras al sur Saboya cruzaba con la infantería por el puente de Rouvroy, además de por otro de barcas que hicieron deprisa y ayudados por un vado cercano, con lo que la infantería apareció en la otra orilla en breve periodo de tiempo lo cual fue letal para devenir de la batalla. En su formación iría en el centro el duque junto con Julián Romero, en el ala derecha los soldados alemanes  y  españoles de Caceres y en la izquierda el tercio de Saboya al mando de Alonso Navarrete.

Montmorency se replegó con sus tropas e intento llegar al bosque de Montescourt cercano a San Quintín lo antes posible, pero la gente iba muy cansada ya que los dos días anteriores casi no habían dormido, ni comido haciendo mella en ellos. Mientras la caballería flamenca los rodeó llegando antes al bosque e impidiéndoles que se cobijaran en él. En condestable mandó a su ya disminuida caballería a enfrentarse a la de Egmont que los venció fácilmente. En ese momento llegaba Saboya con la infantería, con lo cual no le quedó otra a Montmorency que presentar batalla en inferioridad numérica y táctica, ya que estaba rodeado.

Grabado de la Batalla de San Quintín

Los franceses formaron con la exigua caballería que les quedaba en las alas, en vanguardia los alemanes y en retaguardia los gascones. La bien dirigida caballería de Egmont no dejó respirar a los franceses y les atacó inmediatamente no dejándoles organizarse bien, derrotando de nuevo a la caballería francesa tomándoles la artillería, antes de la llegada de Saboya con la infantería. Egmont seguía percutiendo sin parar ahora sobre la infantería alemana que viéndose en inferioridad se rindieron en bloque. Unos 5.000 infantes alemanes, dejando ya a Montmorency totalmente en desventaja, solo con sus gascones ya sin ninguna opción que no fuera la rendición. Aun así presentaron batalla. Saboya mandó descansara a la caballería que había llevado todo el peso de batalla. Comenzó bombardeando y mandando a su infantería y arcabuceros contra los gascones, que rápidamente abrieron huecos en sus líneas por los que los tercios viejos de Cáceres y Navarrete penetraron. El desenlace fue desolador para los franceses. Los gascones de Montmorency en franca minoría no podían aguantar y cedieron, dándose a la desbandada, y convirtiéndose en una carnicería perseguidos por los españoles y la caballería flamenca. Los nobles eran los únicos que se salvaban de la muerte, ya que eran capturados para pedir rescate. Hubo dos kilómetros de cuerpos franceses muertos apilados en la dramática huida.

Las cifras fueron espeluznantes, más de 6.000 franceses muertos, muchos de ellos nobles como el duque de Enhgien, otros tantos prisioneros, más los 5.000 alemanes que se rindieron en masa. Los demás, unos 6.000 lograrían escapar, debido a que no siguió la persecución porque podrían haber caído todos. Multitud de nobles como el propio Montmorency o los duques de Montpensier o Longueville y el príncipe de Mantua fueron hechos prisioneros. Por parte española entre muertos y heridos la cifra no llegaría al millar.

La noticia corrió como la pólvora. Esa misma noche se informó de ello a rey Felipe, que partiría de inmediato a felicitar a sus generales. La noticia también llegó a su esposa María, aunque en Inglaterra no sentaría tan bien debido a que sus hombres no habían participado de la victoria al ir en retaguardia. Carlos desde Yuste recibió la noticia y dijo "Felipe rey de Francia", pero no serian a si las cosas. 

TOMA DE SAN QUINTÍN

Una vez vencido Montmorency las exiguas tropas de San Quintín poco tenían que hacer ante el duque de Saboya, más las de Felipe II que venía de camino, llegando el 13 de agosto y contemplando la enorme victoria de sus ejércitos. Las fuerzas francesas comandadas por el almirante Coligny aun sabiendo la imposibilidad de mantener la plaza se batieron con fuerza y bravura hasta el 27 de agosto que sucumbieron, siendo hechos prisioneros tanto Coligny como su hermano Andelot, que habían llegado a San Quintín como socorro. Debido a la férrea defensa mostrada por franceses pocos sería los supervivientes. Felipe cuando entró en la ciudad con su brillante armadura pudo presenciar en primera persona lo devastador de la contienda.

Seguidamente a San Quintín se tomaron: la fortaleza de Ham y el fuere de Chatelt. Pero Felipe no siguió el camino hasta Paris como le aconsejaba Saboya y el resto de sus generales, volviendo a Bruselas y ganándose para siempre el apelativo del rey prudente. Prefirió quedarse y regodearse de su enorme victoria. 

Pero la guerra con Francia no acabaría ahí. Tan pronto como pudo Enrique  movilizó para la defensa de Paris a todos los hombres que pudo: el duque Nevers en Picardía, Brissac volvería desde el Piamonte con sus soldados, y al duque de Guisa abandonaría al Papa en Italia. Además Enrique pido ayuda a su aliado Solimán para que mandase una flota al Mediterráneo y atacase intereses españoles. También Animó a los Escoceses a levantarse contra los Ingleses.